Bailando voy, cantando vengo.
Por el camino yo te entretengo.
Siempre he sido bastante culo inquieto, pero en el sentido menos jocoso de la expresión.
Quiero decir que, desde que tengo memoria, he querido entenderlo todo con un afán desmedido y, sorpresa, nunca me he quedado con la sensación de encontrar una sola respuesta medianamente perenne.
Nunca, hasta el día del gran descubrimiento: resulta que contar historias, vivirlas a través de otros, transmitirlas con todas las vías de expresión que nos regala el cuerpo y aprender en el proceso parecía tener sentido.
Os podréis hacer una idea del inmenso alivio que sentí entonces, y con el que conecto de nuevo cada vez que me sumerjo en alguna aventura escénica.
Ese es mi estado natural, contar historias. Y por fortuna, también mi trabajo. Un trabajo que me llena, que me nutre, y que me permite acompañar a otros a media distancia en su travesía por este mundo. Porque eso es lo que hacemos, ¿no? Retratar, conmover y, en definitiva, acompañar. ¿Cómo no va a tener sentido algo tan bello?
Desde entonces indago sobre las inquietudes de esta disparatada humanidad y por primera vez empiezo a divertirme. Y es que somos unos seres de lo más curiosos, atroces, atormentados a la vez que tronchantes.
Y aunque sigo sin tener claro casi nada sobre casi todo, ahora parece importar menos. Hay menos angustia, más disfrute y mucho más humor.
Además del hecho de que, cuando hago esto que hago, esto tan apasionante y extraño que es emocionar y emocionarme, se siente como el fuego. Y mira tú por dónde, con eso es suficiente.
Hola, soy Mónica y soy irremediablemente actriz.